Muchas veces en mi vida he sentido que no soy suficiente, que debo ser “algo más” o cambiar de acuerdo a las circunstancias para ser vista, tenida en cuenta o valorada, incluso para ser amada. Pero gracias a este camino al que Dios me guío, he aprendido a verme y aceptarme, a saber, que no es necesario que cambié quien soy, que mi esencia es parte de la obra maestra que Dios hizo en mí. Y así el entendimiento de las actitudes de los demás ha tomado otro color, puedo ver (la mayoría de las veces) desde una posición en la que me salgo del papel de víctima, de ese rol en el que es fácil juzgar, opinar y condenar.
Hoy sé que el comportamiento de otros no tiene nada que ver conmigo, en el sentido que no me define, como tampoco determina mi valor, ni lo que merezco.
Es más liviano vivir así, es más sencillo y con menos drama entender que las motivaciones y lo que impulsa a hacer o no, de quienes me rodean son decisiones propias, impulsadas por patrones de individuales, condicionamientos propios o incluso por simple reflejo… Que ¡No soy el centro del universo!
Trato de concentrarme en que mis actos reflejen la luz y el amor de Dios, de no hacerle daño a otros con palabras o comportamientos hostiles y de llevar tranquilidad donde ha habido caos. Y claro que fallo, que me equivoco, que a veces no soy tan lucecita (jajajaj) pero puedo identificar rápidamente mis actos, analizarlos y llevarle comprensión a esa parte de mí que responde a mis temores más arraigados, a mi niña interior herida o a un momento de inconsciencia.
Este proceso no ha sido sencillo, como no lo son esos que nos retan, confrontan y que inevitablemente nos llevan a cambiar en lo profundo. Siempre llegan espejos en los que me veo y puedo decidir que camino tomar. A ratos es difícil, por momentos doloroso, incluso he sentido caminar al filo y me he sentido vulnerable, pero lo que he descubierto es la clave de este despertar, es el amor hacia mi misma, ese que me hace verme compasivamente, el que me impulsa a transmutar y evolucionar mi ser. Y bueno, sigo aquí en el aprendizaje y el comprender-me diario, intentando colorear mi vida con tonos vibrantes y alegres, alejándome del drama (porque habite durante mucho tiempo allí) y experimentando la felicidad y el amor infinitos que hoy tengo.
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